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“La producción de vacunas contra la Covid-19 ya no es el principal problema, sino cómo lograr una distribución equitativa”

Pedro Luis Sánchez, durante su intervención en la jornada. [1]

Pedro Luis Sánchez, durante su intervención en la jornada.

“La suspensión de las patentes de las vacunas de la Covid-19 no haría aumentar la producción de dosis y, por el contrario, podría hacer que plantas sin experiencia en vacunas o con escasos controles de producción y calidad pudieran entrar a competir por materias primas escasas, causando disrupciones en la cadena de suministro e incrementando el riesgo sanitario para la población mundial”. Así lo manifestó este jueves el director del Departamento de Estudios de Farmaindustria, Pedro Luis Sánchez, en la jornada Patentes y vacunas Covid-19 [2], organizada por la Fundación por la Investigación en Salud (Fuinsa).

Además, según señaló, “la capacidad de producción ahora mismo no es el gran problema”, según los datos de los organismos internacionales independientes que están haciendo seguimiento del asunto. “En tiempos prepandemia, la capacidad mundial de producción de todas las vacunas era de 5.000 millones de dosis al año. La capacidad de producción solo de vacunas Covid-19 en el mundo excederá los 10.000 millones de dosis [3] este año y se doblará para 2022. Estas dosis son suficientes para vacunar a la población adulta en el mundo en 2021 y conseguir la inmunidad de grupo. Por tanto, la fabricación ahora mismo no es el problema”.

Esta capacidad de producción se ha logrado con el sistema actual de propiedad intelectual -destacó-, “que ha propiciado que las compañías farmacéuticas hayan firmado cerca de 300 acuerdos de colaboración con casi 100 empresas [4] con plantas de producción de vacunas en más de 30 países, entre ellos, China, India, Brasil, Sudáfrica, Argelia, Pakistán, Indonesia, Egipto o Filipinas”. La mayoría de estos acuerdos implican transferencia de tecnología, imprescindible para asegurar que la producción se realiza con garantías de calidad”.

El director de Estudios de Farmaindustria puso el énfasis en la complejidad que supone la producción de vacunas, que requiere unos conocimientos específicos, una tecnología puntera, unas instalaciones adecuadas, unos equipos humanos preparados y una experiencia que, en la actualidad, solo está al alcance de unas pocas compañías en todo el mundo. “Algunas vacunas de la Covid-19 precisan más de 200 ingredientes, que se producen en una veintena de países distintos. Hay que tener en cuenta -añadió- que hasta el 70% de las actividades que supone la fabricación de vacunas tiene que ver con el aseguramiento y el control de la calidad, lo que implica disponer de un gran número de científicos trabajando en los diferentes segmentos de fabricación. Esa es la gran dificultad de las vacunas”.

Apoyo a la distribución y logística en países con pocos recursos

El debate debe centrarse, insistió Sánchez, en “cómo conseguir una distribución más equitativa de las vacunas disponibles y las que están por llegar y en la logística necesaria para hacer llegar las vacunas a toda la población que las necesita”. Para ello, propuso, entre otras iniciativas, trabajar con los gobiernos de países desarrollados para que cedan parte de sus suministros de vacunas a países de ingresos medios y bajos a través del mecanismo Covax de la OMS [5] y ayudar a gobiernos de países de ingresos medios y bajos para superar problemas logísticos y de distribución de vacunas a la población.

Desde la óptica de la industria farmacéutica, apostó por seguir buscando socios con los que firmar acuerdos para la producción de vacunas, incluyendo acuerdos con suministradores de materias primas, y destacó la importancia de eliminar o reducir barreras comerciales y regulatorias para vacunas Covid-19 y materias primas.