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Un nuevo estudio internacional evidencia el “valor social” de los nuevos medicamentos, que generan importantes ahorros para el sistema sanitario y la sociedad

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La llegada de nuevos medicamentos supone, en primer término, una mejora directa, y evidente, en la salud y calidad de vida de los pacientes. Sin embargo, la innovación farmacéutica aporta otros muchos beneficios, en términos de mayor eficiencia y de importantes ahorros para el sistema sanitario y la sociedad que muchas veces pasan inadvertidos para la población.

Aunque en los últimos años se han publicado estudios que arrojan conclusiones en este sentido acerca de enfermedades concretas, existen pocos trabajos que ofrezcan una evidencia más amplia de esta realidad, recogiendo los efectos de la innovación en diferentes patologías. Esto es precisamente lo que hacen los autores de un amplio estudio que acaba de publicar la revista Global & Regional Health Technology Assessment [2], especializada en contenidos de evaluación de tecnologías sanitarias y economía de la salud.

El trabajo analiza las conclusiones de una treintena de investigaciones anteriores, centradas por lo general en patologías concretas, para evidenciar hasta qué punto la introducción de la innovación consigue, en el medio y largo plazo, un retorno mucho mayor que el incremento inmediato del gasto que suele llevar aparejado en el corto plazo. “Resulta evidente que el uso de nuevos medicamentos no sólo genera ahorros para el sistema sanitario y la sociedad, sino que permite liberar recursos sanitarios y no sanitarios para emplearlos en otros usos”, señalan los autores.

El estudio diferencia entre los ahorros de costes sanitarios directos y costes indirectos no sanitarios. En el primer caso se trata de recursos directamente relacionados con el abordaje de la enfermedad cuyo consumo se ve claramente reducido gracias a la aparición de nuevas terapias, como las consultas médicas, los análisis de laboratorio, el consumo de medicación concomitante o las hospitalizaciones. En cuanto a los ahorros de costes directos no sanitarios, están relacionados sobre todo con la reducción de los cuidados que los pacientes reciben en su domicilio, ya sean profesionales o prestados por familiares.

Pero no hay que olvidar otros retornos para la sociedad derivados del uso de los nuevos medicamentos: los generados por la mejora de la productividad de los pacientes que, gracias a los nuevos tratamientos, pueden volver antes a sus puestos de trabajo, al ver reducida la duración de sus bajas laborales.

Retorno de hasta ocho veces el coste inicial

En lo que se refiere a la reducción de costes sanitarios directos, diferentes estudios confirman la existencia de importantes retornos económicos en forma de ahorros para el sistema sanitario. Así, distintas investigaciones realizadas en Estados Unidos concluyen, por ejemplo, que cuando un medicamento de 15 años de antigüedad es sustituido por otro que lleva sólo cinco en el mercado se produce un aumento del gasto farmacéutico de 18 dólares per cápita, pero a la vez una rebaja del gasto sanitario no farmacéutico de 72 dólares, lo que supone una tasa de ahorro de casi cuatro veces el coste adicional de la introducción del nuevo tratamiento.

Otros estudios arrojan conclusiones en el mismo sentido, y cuantifican los ahorros de gasto sanitario derivados de la introducción de novedades terapéuticas en una proporción de entre 2,4 y 8,3 veces el gasto adicional realizado al incorporar los nuevos fármacos. La parte más importante de estas rebajas de gasto sanitario se corresponde con el descenso de las hospitalizaciones derivado del uso de los nuevos medicamentos.

Otra de las conclusiones de los estudios incorporados en este análisis es que, en muchos casos, este efecto de reducción del gasto sanitario se registra sobre todo en el largo plazo. Un estudio que analiza el caso de Estados Unidos y seis países de la OCDE destaca cómo los ahorros marginales de la llegada de un nuevo fármaco se cifran en 5,9 dólares per cápita en el corto plazo, generando un ahorro global de 1.800 millones, retornos que, considerados a largo plazo, se elevan hasta los 11,4 dólares per cápita, o 3.400 millones de dólares en términos agregados.

La investigación recoge también datos de distintos países, entre ellos España, donde, según uno de los estudios incluidos en el trabajo, un aumento del 10% en el gasto farmacéutico hospitalario derivado de la llegada de las innovaciones puede generar un ahorro del gasto hospitalario total cifrado 1,1 euros per cápita.

Diferencias por áreas terapéuticas

Los autores del estudio publicado en Global & Regional Health Technology Assessment [2] constatan, por otro lado, importantes diferencias dependiendo del área terapéutica de que se trate. Uno de los casos más claros es el de la oncología, donde existen numerosos ejemplos de una mayor eficiencia ligada al acceso a nuevos antitumorales. Así, sólo en Estados Unidos las nuevas terapias contra el cáncer lanzadas entre 1989 y 2005 evitaron 1,55 millones de días de hospitalización en 2013, reduciendo en 4.800 millones de dólares los costes de hospitalización en aquel año. En la misma línea, otro trabajo, desarrollado en Canadá, cifra en 4.700 millones de dólares canadienses y 1,7 millones de hospitalizaciones los retornos anuales logrados por los nuevos antitumorales comercializados entre 1980 y 1997, “una cuantía muy superior al gasto anual del país dedicado al tratamiento del cáncer”.

Otra de las áreas clave es la cardiovascular, donde la innovación farmacológica viene generando importantes ahorros para los sistemas sanitarios desde hace décadas. Destaca el caso de los países de la OCDE, donde un mayor gasto farmacéutico vinculado a la enfermedad cardiovascular -creció en 24 dólares per cápita entre 1995 y 2004- se tradujo sin embargo en una rebaja de 89 dólares per cápita de la factura hospitalaria global, mientras que en Reino Unido, por poner otro ejemplo, el tratamiento con los nuevos medicamentos anticoagulantes contra la fibrilación auricular logró unos ahorros de 412 libras por paciente en el corto plazo, cifra que se eleva a 2.408 libras estimando el conjunto de la vida del enfermo.

Mientras, en Estados Unidos, la administración de estatinas, un tipo de fármacos dirigido a tratar los altos niveles de colesterol en sangre, ha supuesto una caída del 11% en los costes del abordaje de la enfermedad cardiovascular y del 27% en otros capítulos del gasto sanitario.

El caso de las vacunas

Los autores hacen especial referencia al caso de las vacunas, que constituyen una de las intervenciones sanitarias más coste-efectivas de la historia. En efecto, y citando trabajos referidos a Estados Unidos, cabe destacar datos como que los beneficios de la vacunación de la viruela superaron seis veces su coste, o que cada dólar invertido en vacunación infantil permite un ahorro de 13 dólares per cápita en el corto plazo, de los que 10 se corresponden con costes indirectos.

A largo plazo, los ahorros relacionados con la vacunación infantil llegan a cifrarse en 27 dólares por cada dólar invertido, de los que nueve se corresponden directamente con ahorros para el sistema sanitario. En el caso de los países en vías de desarrollo esta proporción entre retornos y coste sería hasta de 44 a 1.

También se hace referencia a las nuevas vacunas, como las dirigidas a prevenir la hepatitis o el virus del papiloma humano, si bien estas son consecuencia de un proceso de I+D más complejo, y por tanto más caro, que el de las vacunas tradicionales.

Mejora de la productividad

En cuanto a los ahorros de costes no sanitarios derivados de la incorporación de las novedades terapéuticas, los autores no tienen dudas al señalar cómo, por ejemplo, los nuevos tratamientos “pueden reducir muchas de las limitaciones que tienen los pacientes cuando se enfrentan a las actividades de la vida diaria, así como reducir sus necesidades de contar con cuidadores”. En este sentido, ponen como ejemplo las conclusiones de un estudio sobre demencia que muestran cómo, gracias a las nuevas terapias, se puede reducir el tiempo de cuidados prestados por una tercera persona entre 25 y 58 minutos al día.

También forman parte de este estudio distintas investigaciones centradas en cómo la innovación terapéutica se traduce en una mejora de la productividad laboral, lo que a su vez tiene una incidencia directa en la productividad y la prosperidad económica de la sociedad. Es el caso de Alemania, donde se estima que los nuevos medicamentos evitan, cada año, la pérdida de 200 años de productividad laboral por muertes prematuras y bajas tempranas, mientras que otros estudios en Estados Unidos indican que cada año en el mercado de un nuevo tratamiento se traduce en un 1% de ahorros en bajas laborales. En general, se estima que el valor de los nuevos medicamentos, en términos del aumento de productividad que llevan aparejado, oscila entre 2,3 y 8,1 veces la inversión que representan.

Analizar, junto al valor sanitario del medicamento, el económico y social

“Todas estas evidencias reflejan hasta qué punto es necesario abordar la inversión en nuevos medicamentos desde una perspectiva más amplia que supere la visión cortoplacista ligada a la política presupuestaria y evalúe con rigor el valor clínico, económico y social de la innovación y cómo esta se traduce en importantes ahorros para el sistema sanitario a medio y largo plazo”, destaca Pedro Luis Sánchez, director de Estudios de Farmaindustria.

“Para lograrlo es importante, como venimos insistiendo desde la industria farmacéutica, en seguir avanzando en la evaluación de los resultados en salud de las innovaciones, una herramienta que se nos antoja imprescindible para garantizar el acceso de los pacientes a los nuevos medicamentos en un marco de eficiencia y sostenibilidad del sistema sanitario”, añade.