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El hito de la aprobación de vacunas contra el coronavirus en apenas un año no hubiese sido posible sin las patentes

“Es un hito sin precedentes que en nueve meses estuviera disponible la primera vacuna segura y eficaz contra la Covid-19. Desde la industria farmacéutica hemos contribuido a buscar la solución a esta crisis en forma de vacunas. Ha sido un proceso apasionante que hemos llevado a cabo con un gran compromiso y que no hubiera sido posible sin las patentes”.

Así lo defendió este viernes Javier Urzay, subdirector general de Farmaindustria, en el coloquio Patentes, investigación y acceso a las vacunas contra el Covid-19, celebrado en el marco del XXVII Congreso Nacional de Derecho Sanitario, y en el que también participaron Miquel Montañá, socio de Clifford Chance; Amós García Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología y jefe de Sección de Epidemiología y Prevención de la Dirección General de Salud Pública del Servicio Canario de Salud; Pilar Nicolás, profesora de Derecho Público, Cátedra de Derecho y Genoma Humano en la Universidad del País Vasco, y Alfonso Castresana, secretario general de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes.

Los expertos coincidieron en señalar el valor de la investigación biomédica como lección de la pandemia y en desterrar cualquier posible recelo en torno a la celeridad con la que las vacunas contra el coronavirus han sido puestas a disposición de la población. Como afirmó García Rojas, las vacunas son un logro de la ciencia y de la colaboración, que debe extenderse como experiencia para las investigaciones futuras: “Es tremendamente positivo que las vacunas se hayan conseguido tan rápido. Es un error admitir los discursos que ponen en duda su seguridad y eficacia”.

En este sentido, también hubo consenso en cuanto al éxito que ha tenido en España la vacunación y cómo, a pesar de la “incertidumbre para muchos pacientes crónicos” -recordó Castresana-, la población ha acudido a inmunizarse en masa, convirtiendo al país en uno de los líderes mundiales.

La industria farmacéutica invierte cada año en todo el mundo más de 150.000 millones de euros en I+D de nuevos medicamentos. Fruto de esta inversión existen hoy unos 7.000 potenciales medicamentos en fase de investigación, a los que hay que sumar todas las vacunas para la Covid-19. La protección industrial a través de las patentes para la industria farmacéutica [1] es esencial para que las compañías asuman este gran esfuerzo inversor, recordó Urzay, dado que el desarrollo de un medicamento implica una media de diez años, 2.500 millones de euros y un alto riesgo: hay que analizar en investigación básica entre cinco y diez mil compuestos para lograr uno que llegue finalmente a ser un medicamento aprobado por las agencias reguladoras.

“Pieza fundamental para incentivar la investigación”

“La patente es una pieza fundamental para incentivar la investigación en todos los sectores, especialmente el farmacéutico”, afirmó Montañá. Se otorgan sobre productos o tecnologías novedosas, que impliquen actividad inventiva y que sean susceptibles de aplicación industrial [1] y se conceden por un periodo de 20 años. Sin embargo, en el ámbito farmacéutico, el periodo que transcurre entre la presentación de una solicitud de patente para un nuevo medicamento y la autorización de comercialización de dicho fármaco, que incluye la fase de I+D y el tiempo que tarda la tramitación de la autorización (superior a los diez años de media), reduce la protección efectiva que confiere la patente a un periodo mucho menor.

Como se recordó en el coloquio, la existencia de las patentes no ha limitado la transferencia del conocimiento; al contrario, ha permitido más que triplicar la capacidad mundial de producción de vacunas, que era de entre 4.000 y 5.000 millones de dosis al año antes de la pandemia: “Vamos a cerrar el año con una producción de 12.000 millones de vacunas solo para Covid [2], gracias a los más de 300 acuerdos entre compañías que se han firmado en todo el mundo para llevar la solución a esta terrible pandemia a toda la población”, afirmó Urzay.

El desafío mayor sigue estando en la distribución equitativa de dichas vacunas para que no solo sean los países desarrollados los que logren las tasas de inmunización adecuadas, algo que se puede conseguir reforzando las estructuras sanitarias de todo el mundo y mejorando los sistemas de gobernanza de los organismos de cooperación internacional, recordó el subdirector general de Farmaindustria. “El éxito de las vacunas todavía no ha sido completo porque no han llegado a todo el mundo y sigue en el debe de instituciones, gobiernos, empresas y sociedad general”, incidió.