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“Los nuevos medicamentos no son un peligro para la sostenibilidad de los sistemas sanitarios”

Pedro Luis Sánchez, director del Departamento de Estudios de Farmaindustria, durante su intervención.

Mejorar la salud y la calidad de vida de los pacientes es el fin último de los medicamentos innovadores, buscando siempre superar los resultados de los tratamientos utilizados hasta la fecha en la práctica clínica y sumando conocimiento para garantizar el avance imparable de la ciencia médica. Su desarrollo es un proceso largo, complejo y costoso [1] que supone una inversión media cercana a los 2.500 millones de euros y que no siempre resulta un éxito.

La llegada de nuevos tratamientos, pese a suponer para los sistemas sanitarios una inversión de recursos en primera instancia, tiene un efecto secundario muy positivo para los Estados desde el punto de vista económico y social, ya que ahorran costes de una forma muy importante, tanto en el propio sistema sanitario como en la estructura productiva de un país. Es decir, “la innovación farmacéutica genera crecimiento económico”.

Esta es la tesis que defendió este viernes en Madrid el director del Departamento de Estudios de Farmaindustria, Pedro Luis Sánchez, en el XXXV Seminario Interdisciplinar de Bioética, que organiza la Universidad Pontificia de Comillas, centrado en esta edición en la Bioética del medicamento.

Los motivos que explican esta afirmación son variados y todos basados en la evidencia científica. Así, Sánchez recordó que los nuevos medicamentos son los responsables directos de hasta el 73% del incremento de la esperanza de vida en los países desarrollados [2] y que la utilización de innovaciones farmacéuticas ahorra recursos para la atención sanitaria. Así, cada euro invertido en medicamentos ahorra entre 2 y 7 euros en otros gastos sanitarios, y suma ahorros indirectos en productividad y otros costes sociales, como queda demostrado en el informe El valor del medicamento desde una perspectiva social 2021 [3], realizado por la Fundación Weber.

“Una mejora de un año en la esperanza de vida de la población supone un aumento del 4% del Producto Interior Bruto (PIB)”, destacó el portavoz de Farmaindustria. Por lo tanto, la innovación farmacéutica permite optimizar los recursos sanitarios, genera un importante ahorro de costes directos e indirectos a los sistemas de salud, mejora la productividad laboral y es la base de un sector productivo muy dinámico que está a la cabeza en inversión industrial en I+D.

Menos del 8% de las moléculas en investigación clínica serán medicamentos

No obstante, lamentó, el debate parece ahora centrado en asociar la llegada de innovaciones transformacionales, capaces de cambiar radicalmente la vida de los pacientes y de sus familiares y cuidadores, con problemas de sostenibilidad de los sistemas sanitarios. “Habitualmente se incide en el elevado número de potenciales medicamentos en desarrollo, pero la realidad es que menos de un 8% de las moléculas en investigación clínica llegarán a convertirse en nuevos medicamentos autorizados por las grandes agencias europea y estadounidense”, apuntó Sánchez.

También rechazó los titulares que hacen de la excepción la norma, en referencia al elevado precio de algunas innovaciones. “En España el precio de los medicamentos está intervenido y así va a seguir siendo, y la mayoría de ellos tienen un precio muy bajo: cerca del 40% de los fármacos que se dispensan en nuestro país tiene un coste inferior a los 2,50 euros”, arguyó.

“Es cierto que el éxito de la medicina de precisión ha generado un nuevo escenario para los sistemas sanitarios. Sin embargo, cuando se hace un análisis completo, tanto de los fármacos que están por llegar como de los que ahorrarán recursos públicos debido a las pérdidas de patente, la conclusión es que la innovación farmacéutica no supone un peligro para la sostenibilidad del sistema sanitario público español”, explicó.

En este contexto, Sánchez reclamó actualizar los modelos de financiación tradicionales para trascender la visión a corto plazo que impone la política presupuestaria e introducir una perspectiva más amplia que tenga en cuenta el valor clínico, económico y social de la innovación y cómo se traduce en ahorro para el sistema a medio y largo plazo.